A pesar de nuestra actitud generalmente crítica, no podemos evitar pensar en nuestra deuda con vosotros, una deuda que nace de nuestra condición como internacionalistas. Estamos obligados a comprendernos, a dialogar, puesto que, en realidad, estamos en el mismo bando. Es cierto que esta “trinchera” –como toda trinchera- tiene que ser construida, de ahí nuestro interés en apelar a vuestra práctica política en un momento de construcción y confrontación. Además de mostrar nuestro apoyo a vuestro trabajo y esfuerzo, esta condición de internacionalistas aparece revestida, en nuestro caso, de lo que consideramos esencial en nuestro camino por la descolonización de la lucha de la izquierda internacionalista: una visión eminentemente ética.
Consideramos que el internacionalismo sirve a menudo y especialmente a la izquierda europea como una vía de escape ante su propia realidad y una posibilidad de gratificación identitaria. Es por eso que, en nuestro territorio, somos extremadamente críticos y duros con la izquierda internacionalista, al igual que es cierto que a causa de ello somos generalmente mal comprendidos. Para la izquierda del estado español, ser pro-palestina, pro-saharahui, pro-kurda, pro-zapatista, etc resulta políticamente cómodo y sencillo. Nadie en el seno de la izquierda europea, con mayor o menor tibieza, cuestiona dichas causas. Incluso gran parte del centro político español respalda sin mayor problema algunas de estas causas. Pero, ¿que hay de los pueblos oprimidos que resisten al racismo institucional en su propia geografía? En un destello de lucidez que ha de ser rememorado con justicia, Malcolm X denunció a los políticos hipócritas que levantaban su voz contra el apartheid sudafricano y sin embargo no decían una sola palabra sobre la segregación racista practicada contra la gente negra e indígena en los EE UU. Él supo ver de forma clara como el político profesional falsea su verdadera posición utilizando los beneficios derivados de la reputación internacionalista.
Afrontar lo que ocurre en la propia “casa”
Es fácil levantar la voz para denunciar aquello que no te afecta directamente, pero ¿qué hay de lo que ocurre en tu propia casa? Los políticos profesionales se redimen a sí mismos a través de su apoyo a las causas lejanas del denominado tercer mundo. Pero no queremos que nos malentendáis. Pensamos con total convencimiento que el internacionalismo es necesario, es importante y justo. Lo que no es justo es que limpiemos nuestra propia conciencia a través de la realidad de los otros. Lo que no es sano es que permitamos que el hombre occidental oculte sus patologías a través de sus traicioneros gestos en el exterior. Nuestro compromiso con el internacionalismo debe materializarse en un compromiso con el estado de nuestra propia sociedad, si no es así, no es internacionalismo, es pura hipocresía.
Europa tiene serios problemas con las comunidades racializadas. Y no olvidemos, estas comunidades han sido “racializadas” en Europa. La racialización no es algo de lo que enorgullecernos, es un objetivo a combatir. A través de sus políticas racistas, su violencia policial, sus leyes de extranjería, este continente está protagonizando una masacre en la que se reafirma en su papel de verdugo. Europa está apoyando masacres en el mundo musulmán y el expolio neocolonial en el continente africano. Europa no debe buscar condenar fuera lo que no tiene el valor de enfrentar dentro de sí misma. Y para que esa Europa de la que hablamos se quiebre y deje salir de ella misma una alternativa internacionalista, hay que implicarse con lo que ocurre “dentro”, sin tirar balones “fuera”. Por lo tanto, nuestra inquietud no se resume en un reproche hacia vosotros por involucraros con la injusticia en otras partes del mundo, lo cual consideramos necesario, sino en esta reflexión que compartimos con vosotros con la intención de que sigamos creciendo juntos.
Aquellos que profesamos un anti racismo abierto, tenemos nuestro propio enfoque sobre el internacionalismo. No venimos a fetichizar la experiencia de otros pueblos ya que nuestros pueblos son pueblos fetichizados en la propia Europa. No queremos tener “la experiencia” y darles la razón a quienes siguen presentando el denominado tercer mundo como una “experiencia” para los europeos. Hemos crecido bajo la sombra de lo mucho que hemos leído sobre estos las luchas de liberación y de lo mucho que hemos aprendido sobre su gente, sus inmensos luchadores. Así bien, sigamos siendo fervientes internacionalistas y rompamos, juntos/as, el mayor techo de cristal ante el que nos enfrentamos en nuestro camino por construir una alternativa real a la Europa existente: la hipocresía política.
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La obra que ilustra el artículo es del artista Manolo Gómez Romero y se titula Cesta de la compra