“Como presidente de los Estados Unidos, declaro que los Ejércitos aliados, mediante el sacrificio, amor al deber y con la ayuda de Dios, han obligado a Alemania a aceptar la rendición incondicional. El mundo del Oeste ha sido liberado de las fuerzas del mal, que durante más de cinco años arrojaron los cuerpos de sus habitantes y arruinaron las vidas de millones y millones de hombres libres. Violaron sus iglesias, destruyeron sus hogares, corrompieron a sus hijos y asesinaron a sus seres amados. Nuestros Ejércitos liberadores han devuelto la libertad a estos pueblos, que tanto sufrían, pero cuyo espíritu y voluntad jamás pudieron esclavizar los opresores….”
Harry S. Truman, 33º presidente de los EEUU
Éste es un extracto del discurso que dió Truman el 8 de mayo de 1945, conocido como el Día de la Victoria, dando globalmente a conocer la capitulación alemana firmada por el mariscal Wilhelm Keitel ante las fuerzas aliadas; cuyos líderes se subieron a la palestra, listos para transmitir patrióticos discursos declarando la victoria aliada frente a la Alemania nazi, proclamando la libertad de los pueblos subyugados bajo la esvástica.
Como se ha relatado tantas veces en el cine, tanto líderes como el propio cuerpo militar se horrorizaron al descubrir la Solución Final y liberar los campos de exterminio de Majdanek, Buchendwalk o Bergen-Belsen. Supongo que al descubrir tamaña atrocidad sería difícil incluso retener el desayuno dentro sus estómagos. Ciertamente aquellos étnicos cadáveres andantes que eran condenados a muerte por pertenecer a la raza equivocada les recibirían como grandes héroes, como aquellos quienes por fin venían a poner fin a su miseria. Aquellos fueron quienes les liberaron.
Aunque al irse y llevar o ayudar al resto de presos, se dejaran olvidado en aquél podrido lugar a los Romá que poblaban los Zigeunerlager (Campos para gitanos). Éstos estuvieron viviendo por meses en aquellas fábricas de muerte, en donde todos sus habitantes fueron despojados de su humanidad, hasta que por fin pudieron recuperar cierta fuerza y salir de aquel infierno.
Aquellos soldados les reconocieron, eran gitanos, no eran humanos.
Ésta afirmación no debe de sorprendernos, ya que el proceso de deshumanización arranca muchísimo antes, el año exacto en que se inaugura la persecución legal a los Roma varía de país a país, pero podemos asegurar que para 1550 en todo territorio europeo la persecución al Pueblo Rom estaba asentada. Edictos de expulsión, de asimilación, de esclavitud e incluso practicar la “caza de gitanos” conjugan las vivencias de los Romá, al igual que la relación de los gadjé con nosotros.
En la Europa de entreguerras ya había legislación antigitana (como salvo excepciones, siempre hubo) en cada país. Desde los obligatorios documentos franceses de identidad gitana, hasta las normas durante Weimar, en la que los Romá no podíamos entrar en ciertos lugares públicos, y debíamos demostrar que teníamos empleo regular bajo pena de trabajos forzosos durante 2 años. Éste conjunto de leyes, y esa formación de la identidad gitana como algo a expulsar, eliminar o en el mejor de los casos, tolerar, es la que permite que durante los polemicamente famosos Juicios de Núremberg, la fiscalía hiciera caso omiso al genocidio perpetrado contra los Roma, quienes tuvieron que ver cómo su sufrimiento no importaba a nadie. De poco sirvieron los clamores de aquellos Roma más integrados en la sociedad alemana de tener la ciudadanía y “ser de allí”. Eran gitanos.
El tribunal de Núremberg estaba formado por un juez de cada una de las potencias aliadas, junto con varios fiscales. Todos eran juristas de probado prestigio, formados en las mejores universidades y con una gran conducta ética según sus congéneres. Entonces, ¿por qué los magistrados no solamente ignoraron nuestras reclamaciones de justicia, sino que las subsiguientes autoridades alemanas siguieron haciéndolo hasta 1982?
Actualmente cuando un occidental conoce las atrocidades de aquel período, le suele atormentar la cuestión de cómo pudo ser posible, cómo se pudo llegar a tal nivel de barbarie. Un blanco se consterna cuando él mismo puede ser víctima de la atrocidad.
Lo determinante para el posterior tratamiento del holocausto es que fue vivido en el corazón del viejo continente, enmarcado en una guerra contra un imperialismo que pretendía implantar una administración colonial a otros países europeos (Ramón Grosfoguel), ésto causa un gran trauma en el territorio que, por las propias relaciones de poder con el resto de países del sur global se universaliza y coloca como el genocidio más importante en la historia, de hecho el único que es propiamente delictivo en algunos países su negación.
Que las autoridades Aliadas acusaran a los nazis de crímenes lesa humanidad contra la población Romaní implicaría no sólo cuestionar las relaciones de poder sostenidas entre los Estados y sus pueblos subalternizados en el interior de las fronteras, sino también las sostenidas entre los Pueblos racializados de sus colonias con la Metrópolis. Al reconocernos colectivamente como sujetos de Derecho, estarían concediendo de facto el derecho a constituir nuestras propias instituciones políticas.
Aunque seguramente, no hayan llegado siquiera sus autores materiales a imaginar lo que estoy escribiendo. Habrá sido algo así como:
- Señoría, los gitanos también quieren testificar y dar debida cuenta de sus horrores.
- ¿Gitanos? Jajaja, suerte si son capaces de encadenar más de 3 palabras inteligentes seguidas. Échales, no estoy aquí para defender gitanos.
La “banalización del mal” y el racismo sistémico
A la llegada de Eichmann a la cárcel de Jerusalén, el Estado israelí envió 6 psicólogos para analizar su personalidad y comportamiento, quienes concluyeron que éste tenía un comportamiento completamente normal, muy humano e incluso deseable en cuanto a su relación con familia y amigos.
Durante el juicio, como bien explica Hannah Arendt, Eichmann siguió luciendo como una persona perfectamente normal, incluso un tanto mediocre. No era el genio del mal que todos esperaban encontrar, sino alguien un tanto falto de pensamiento propio, mal estudiante, que desde joven estuvo enrolado en distintas organizaciones y partidos juveniles. De hecho, antes de unirse al partido nazi, estuvo a punto de enrolarse en la logia francmasónica local, quienes eran evidentemente, algo muy distinto de lo que el partido pretendía ser.
En el juicio solamente era capaz de repetir las mismas consignas y clichés que hubo aprendido a lo largo de los años, sin cuestionarse muy bien qué decía o por qué lo hacía. Tampoco era un furioso antisemita, sino alguien que vio la oportunidad de medrar socialmente y hacer una buena carrera castrense.
Parece increíble que el responsable de la muerte de millones de personas, no sea más que alguien que bien pudiera ser el cajero del supermercado con el que intercambias agradecimientos al hacer la compra. Y es que, en tiempos de atrocidad, la excepcionalidad la constituyen las personas que se rebelan contra ella, aún contradiciendo el orden legal imperante.
Por tanto, el no llamar a las personas romaníes a declarar, constituía la clara normalidad. Porque aquellos prestigiosos jueces, fueron escogidos de entre los que hubieron pasado exigentes filtros que confirman la conformidad con el orden establecido. Es realmente ingenuo pensar que los héroes que se rebelen contra la injusticia estructural sean los mismos que ostentan posiciones de prestigio y privilegio dentro del propio sistema.
Sobretodo cuando aquellos quienes necesitan de justicia, se mueven en lo que Giorgio Agamben denomina como Estado de excepción permanente, como lo somos los Roma, viendo irrefrenablemente cómo desde que somos configurados como gitanos, somos despojados de todo lo que alguien con la ciudadanía burocrática puede verse despojado.
Nuestras vidas y día a día se ven confinados en los márgenes en que las administraciones públicas nos dispusieron y nos mantienen, es decir, en barrios de extrarradio que carecen de inversión pública y los servicios públicos de recogida de residuos o transporte público son muy irregulares. No se confunda el lector, mejor solo que mal acompañado, no pretendemos ser realojados y dispersados por la ciudad, como tantos buenos ilustrados idearon, sino que se nos deje transitar libremente por el espacio público sin ser blanco del acoso policial, quienes son meros ejecutores de las directrices del Estado, CCAA y ayuntamientos.
Los cuerpos gitanos son concebidos como elementos a reprimir y controlar, lo que Isaac Motos llama muy bien como “lo gitano”, es decir, el constructo racista realizado sobre la identidad gitana que provoca que lo asociado con nosotros se convierta en indeseable. Sea como sea siempre somos señalados como ladrones, sucios, mentirosos, conflictivos…
2 de Agosto y nuestros héroes gitanos
Hoy se conmemora el Samudaripen, en donde un desgraciado 2 de Agosto de 1944, más de 3000 vidas gitanas fueron segadas por el proyecto político de alguien que no estaba loco, que sabía muy bien lo que hacía y lo llevó a cabo hasta sus últimas consecuencias. Durante el exterminio nazi, se calcula que entorno al 70% de la población Roma centro europea fue asesinada y sus memorias borradas.
Los crímenes nazis a nuestro pueblo siguen siendo ignorados, al igual que lo son los abusos que hoy día prosiguen aquellos que una vez dijeron liberarnos. Tenemos mala memoria, o estamos demasiado acostumbrados a tener que huir por nuestras vidas que nuestro sincero deseo de perdonar el daño que los gadjé nos siguen haciendo, que lo hacemos sin ver la más mínima señal de arrepentimiento.
El tío Raymond Gureme, que en paz descanse, nos lo recordaba cada vez que tenía ocasión, siempre plantó cara. Él fue internado en un campo de internamiento francés junto con toda su familia, pero debido a su formación como acróbata, siempre conseguía escaparse. Y con una vieja bicicleta sin rastro de caucho en las ruedas, se desplazaba kilómetros para conseguir comida en los pueblos cercanos, mientras se escondía, para luego volver a colarse en el campo y alimentar a todos los que pudiera, no solamente su familia.
En diversas ocasiones le apalizaron por ayudar a otros más débiles que él en los campos de concentración, contaba que en una ocasión le mantuvieron 1 mes a oscuras en una celda de aislamiento con las manos atadas a la espalda, por ayudar a un niño hambriento en la cola para que les sirvieran comida.
Cuando se llevaron a su familia de Francia, Raymond se unió a los partisanos, luchando contra los nazis mediante tácticas de guerrillas y desabastecimiento. En repetidas ocasiones logró robar cargamentos de comida o armas. Recibió un disparo en el brazo, además de múltiples heridas durante sus estancias en los campos, en donde nunca se doblegó ante ellos.
El tío Raymond, una vez acabada la guerra, decidió quedarse a vivir justo enfrente de donde había estado el campo en donde fue internado por primera vez, al sur de Francia, que justo ahora es una base militar. No hay ninguna placa, ningún recordatorio de lo que allí ocurrió, sólo nuestro tío Raymond.
Pues desde que se instaló, la policía le acosó, agrediéndole en repetidas ocasiones. La última fue en 2014, contando el tío Raymond con 89 años, los gendarmes le dejaron el cuerpo amoratado, y cuando nuestro héroe fue a denunciar, se encontró multitud de trabas. Desde que el médico policial que se negó a visitarle, a declaraciones del fiscal que aduce a ·”falta de indicios”, pese a un parte de lesiones realizado por su médico y la corroboración por un médico forense un mes después.
En cambio, esa “falta de indicios” no fue excusa para condenar a los hijos de Raymond, quienes intentaron defender a su padre de la violencia policial.
Incluso los héroes cuando son Roma, dejan de ser reconocidos para ser pisoteados y maltratados por el conjunto social racista. No importa la avanzada edad, ni que haya sido un héroe de guerra, en cuanto no aceptas la sumisión y humillación frente al poder blanco, eres maltratado, perseguido y hasta eliminado.
Te hacen creer que hablas mal, que no eres inteligente y nunca podrás estudiar una carrera…te confinan en barrios gueto en donde no van ni los barrenderos, siquiera los repartidores de comida se acercan, un frío sudor recorre tu espalda cada vez que ves unas luces azules, no consigues que te den trabajo, alquilar un piso es misión imposible, sobrevives de la caridad.
Y encima, quieren que les des las gracias…
Para despedir el escrito quisiera dejar las palabras que el héroe Raymond Gureme pronunció en su discurso del 2 de agosto del 2016 en el evento de Dikh e na Bistar (Mira y no olvides), en Auschwitz-Birkenau:
Tengo 91 años. Viví los primeros 15 años de mi vida en nuestro circo familiar. Fui payaso, acróbata y proyeccionista de cine. Una mañana de octubre de 1940, dos agentes de policía franceses se llevaron a rastras a mi padre, su familia, su circo y su negocio cinematográfico.
Nos pusieron en un campo de concentración cerca de Rouen, en Darnétal, durante dos meses. Más tarde, utilizaron vagones de ganado para transportarnos a otro campo, en Linas-Monthléry, en el sur de París. Frío, hambre, enfermedad, muerte, todo el que haya pasado por un campo, sabe cómo eran.
Me escapé. Con el consentimiento de mis padres. Y no pude verles de nuevo hasta por lo menos una docena de años más tarde, en Bélgica. Pasaron a través de los campos de Mulesane y Montreuil-Belay. Me escapé de todos los lugares en los que me encerraron. Seis veces durante esta guerra: del campo de Linas, de los campos a los que fui deportado en Alemania, de un centro de detención juvenil en Angers… Escapar para ser libre a cualquier precio era mi forma de resistencia.
En mi huida durante la ocupación entré en contacto en varias ocasiones durante mi vida con la Resistencia. En primer lugar, en Angers, donde conocí a un miembro de la Resistencia hospitalizado que me contó su misión de robar un camión lleno de alimentos destinados a las SS y entregarlo a la Resistencia. Detenido, fui deportado como terrorista a una prisión alemana en Troyes y luego a dos campos de trabajo disciplinarios cerca de Frankfurt. Fueron los trabajadores ferroviarios que estaban trabajando para la Resistencia los que me ayudaron a escapar de Alemania, oculto en el compartimento del carbón de una máquina de vapor.
Mi deber era unirme a la Resistencia para continuar la lucha. Me codeé con la muerte en muchas ocasiones. Sabía que mi nombre estaba en la lista de aquellos cuyas vidas acabaron en Auschwitz.
Hoy vivo al lado del campo de Linas-Monthléry. Lo veo cada mañana. Mi testimonio es para los jóvenes.
No dejéis vuestro futuro en manos de los locos.
Debéis resistir. Debéis resistir a la discriminación, al racismo, a los desalojos violentos de los que gitanos y travellers son víctimas en toda Europa.
Nosotros, los viejos, hemos encendido la llama. Ahora, os corresponde a vosotros los jóvenes el alimentarla, hacerla grande para que seamos más fuertes. ¡Levantáos, jóvenes! Siempre de pie, nunca de rodillas!