En los últimos tiempos estamos presenciando un repunte de la cara más violenta y explícita del antigitanismo. En el Estado español hemos podido presenciar cómo incluso Ongs y representantes políticos se han tenido que posicionar contra los episodios de violencia estatal provenientes de Hungría, Bulgaria y otros países europeos, al menos en aquellas ocasiones en las que estos sucesos han sido recogidos por los medios. Sin embargo, cuando se trata de reflexionar sobre la violencia policial ejercida sobre los gitanos en el estado español, sólo encontramos una respuesta por parte de la ‘entidades’ y políticos que dicen representar el interés de los kalós: Silencio. Parece que hubiesen terminando creyendo esa ficción que las mismas Ongs han creado para presentar internacionalmente a España como un ‘paraíso integrador’.

Hablar sobre la brutalidad y la violencia policial, para cualquier persona gitana, es una tarea ardua, porque no es algo abstracto, si no algo que lo sentimos en nuestros cuerpos, es algo que se manifiesta en nuestra vida diaria, que afecta a nuestras propias familias e, incluso acaba con nuestras vidas. En el momento en que un policía nos para por la calle, nos cachea, nos agrede, nos insulta e incluso nos mata, los kalos no representamos para ellos nada más que un riesgo. Somos un cuerpo de riesgo – el cuerpo racializado que tienen que ser controlado, disciplinado, ‘educado’, contenido y/o eliminado antes de ‘infectar’ el sacralizado cuerpo social blanco. 

¿De dónde viene esta construcción que presenta al cuerpo gitano como un elemento a reprimir? Para responder esta pregunta es necesario comprender y relacionar la imagen histórica que los payos/blancos han construido sobre los gitanos, negros, indígenas o musulmanes bajo las lógicas de la modernidad Europea: seres que no llegan a la categoría de ser humano y por tanto no dignos de ser tratados como tal. El poder payo se ha construido sobre la subhumanización y deshumanizacion de las personas gitanas y otras comunidades racializadas, donde la violencia aparece como el principio regulador de las relaciones sociales por parte de los mecanismos de poder payo contra los gitanos.

Los mecanismos de represión de ese sistema de dominación que llamamos antigitanismo tienen muchas caras, pero la más cruda, el mecanismo de represión por antonomasia usado por el poder payo para subordinar, ‘civilizar’ y hasta eliminar al Pueblo Gitano, ha sido y es la policía y demás fuerzas de ‘seguridad’ del estado. Precisamente esta es una de las áreas menos cuestionadas por el entramado político/onegerista de la “integración”, cuya única manera de abordar este asunto se ha limitado a organizar mediáticos partidos de fútbol entre gitanos y guardia civil en nombre del “fomento de la convivencia”.

Pero ni el problema es que los agentes de las ‘fuerzas del orden’ tengan prejuicios contra nosotros, ni mucho menos la solución son partidos de fútbol televisados. Comprender el verdadero problema requiere mirar a la bestia a los ojos y entender que la violencia ejercida por la policía contra los cuerpos gitanos no es fruto de un error producido por el prejuicio individual de algunos agentes, sino más bien al contrario: el perfecto desempeño de sus labores; junto a sus grandes aliados, el sistema judicial y el penitenciario, la policía y las fuerzas armadas no son más que la punta de lanzan que asegura que el sistema de dominación antigitano siga funcionando a la perfección.

En nuestros barrios la función policial está lejos de proteger, más bien su mera presencia acarrea consigo un ‘estado de excepción permanente’ para el Pueblo Gitano, donde las categorías de ‘ciudadano’, ‘derechos democráticos’ o ‘presunción de inocencia’ no aplican más que como meras etiquetas vaciadas de contenido. Lo único que acaba siendo protegido en sus labores policiales, y eso lo hace con celo y rigor, es el poder blanco y sus privilegios mientras que a nosotros nos controlan, reprimen y/o eliminan.

A estas alturas del texto algunos gachós ya estarán preparando sus lucidos comentarios de Twitter apuntando a que somos unos exagerados, o a que intentamos encubrir los delitos que ocurren en los barrios gitanos acusando a la policía o cualquier otra artimaña que se les ocurra para desviar la atención y seguir manteniendo en la invisibilidad esta violencia que denunciamos; en el caso de los más sensibles y concienciados, seguramente se conformen con otorgar a esas violencias un grado de legitimidad suficientemente tolerable como para que no perturbe ni cuestione las relaciones de poder entre payos y gitanos y el modo en el que ellos se benefician de esta dominación. En este caso no les escucharemos gritar eso de ‘si tocan a unx, nos tocan a todxs’. De un modo u otro, para ellos, esta violencia antigitana siempre estará legitimada. Siempre estará legitimada por el sistema porque se realiza en el nombre de la “seguridad”, su seguridad, la seguridad que les confiere el manteniendo de un sistema colonial de dominación étnica vigente por más de 600 años.

Dosta!!

Contra las agresiones policiales racistas, autodefensa romaní