El 16 de Mayo de 1944, los prisioneros y prisioneras romaníes del Campamento BIIe de Auschwitz-Birkenau se alzaron valientemente contra el ejército nazi de las SS en una gran revuelta que pasaría a la historia como la más enconada y enérgica de las producidas en los infames Campos de Concentración y Exterminio de Auschwitz,en la Polonia ocupada por los Nazis, durante la Segunda Guerra Mundial.
Aquellos gitanos y gitanas se armaron con piedras, palos y herramientas para defender la vida de los suyos ante el ataque del sistema racista que pretendía exterminarlos en las cámaras de gas esa misma noche. A pesar del cansancio y la debilidad de aquellos presos y presas, de ser inmensamente inferiores en número y potencia militar que sus opresores, la dignidad y el amor radical por la vida de los miles de calós y calís recluidas en el Campamento de la familia gitana, Zigeunerfamilienlager, hizo retroceder una vez más los planes de las SS. Para justificar y fortalecer el anti gitanismo, se ha querido construir una imagen falsa y fraudulenta del Pueblo Gitano como una comunidad de gente resignada y fatalista que se entregó a su propia muerte de forma pasiva. Nada más lejos de la realidad. Los gitanos y gitanas se involucraron ferozmente en la resistencia contra el nazismo desde el principio entregando su vida en la causa anti fascista y anti racista.
Pero el Porrajmos/Samudaripen, el Holocausto Gitano durante la Segunda Guerra Mundial, no es una extraña excepción histórica sino un triste ejemplo del afán occidental por exterminar a nuestro Pueblo. El 30 de Julio de 1749, las autoridades españolas, bajo el mando del Marqués de la Ensenada junto con el Obispo Vázquez de Tablada y al monarca Fernando VI, ponía en marcha un operativo militar para secuestrar a todos los gitanos y gitanas del Reino, separarlos unos de otros y encarcelarlos para siempre con la intención de exterminarlos: “La prisión ha de ser en un mismo día y en una misma hora (…) Estas gentes que llaman gitanos no tienen religión; puestos en presidio se les enseñará y se acabará tan malvada raza”.
Este episodio de la historia del Estado español es lamentablemente desconocido, no solo por la sociedad en general sino también por muchas y muchos de los nuestros. Como en Auschwitz, la resistencia de nuestros antepasados calós ante su exterminio inminente fue feroz. Así lo muestran los relatos que atestiguan la valentía de las mujeres gitanas recluidas en la Casa de la Misericordia de Zaragoza, o la de los calós de la Carraca, en Cádiz. El Marqués de la Ensenada goza de una extraordinaria consideración histórica que no hace justicia a la realidad experimentada por el Pueblo Gitano. Muchas calles, institutos y colegios llevan su nombre. Quizás, el ejemplo más humillante de ello es el de la calle del acceso principal a los dos más altos órganos de la Justicia española, el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial, calle que lleva el nombre del genocida.
Nuestra obligación, como gitanas y gitanos, es honrar la memoria de nuestros antepasados y combatir el silencio cómplice. El anti gitanismo no es historia, es una realidad con efectos reales en las vidas de nuestra gente a lo largo y ancho de Europa. Llega el momento de tomar un impulso mayor y denunciar en voz alta, de poner al descubierto juntos y juntas, la impunidad de los jambos poderosos. Llega el momento de señalar, con más fuerza, si cabe, las injusticias que enfrentamos en la escuela, en los institutos, en los juzgados, en nuestros barrios, en las cárceles, frente a la violencia policial. ¡Se acabó el silencio!
¡Mal reposo tengas, Jambo de la Ensenada!